viernes, 31 de agosto de 2018

Faltan donantes de sangre

Faltan donantes de sangreSanto Domingo, RD
Un ambiente silencioso y relajado se percibía en el área de donación de la Cruz Roja Dominicana. Recostado sobre una camilla negra, ubicada al lado derecho del lugar, se encontraba ayer el donante Juan de los Santos, quien hace más de 10 años eligió este banco como su segundo hogar, donde va a dejar su sangre de forma regular.

El deseo de ayudar y preservar la vida de otras personas  lo lleva a realizar “esta muestra de amor”,  que se concreta en cada unidad de sangre depositada.

Un ceño fruncido le caracterizó al momento que trataba de enumerar las ocasiones en que ha realizado  estas donaciones.  Pasado varios minutos, aún no tenía listo el cálculo.

En esa ocasión, el motivo de su visita era su hija, que está próximo a dar a luz, y necesita 500 cc de sangre. Esta disposición de colaboración no solo se ha quedado hacia sus familiares. También ha sido transmitida a amigos y hasta desconocidos.

“Siempre hay personas que te necesitan y hay que ayudar. Es bueno saber que uno le puede dar la oportunidad a otras personas para que preserven su vida”, dijo, dejando ver una sonrisa, mientras una profesional lo canalizaba.

Un acto como el que ejemplariza De los Santos puede salvar vidas. No obstante, la cultura de donación voluntaria en el país está en un uno por ciento, debiendo haber alcanzado el 4 %, lo que ha llevado a este banco de sangre a funcionar con el sistema tipo trueque.

El 90 % de las unidades con las que trabajan son las de reposición. Para poder obtener una pinta, las personas necesitan llevar un donante con el que se pueda reponer la unidad saliente.

Estas declaraciones fueron ofrecidas por la encargada del área de Promoción de Donación Voluntaria, Lucrecia Rosario, y los doctores Vinicio Romero y César Matos, encargado administrativo del Banco de Sangre, y  director de la Red Nacional de Bancos de Sangre, respectivamente, durante  entrevistas concertadas con LISTÍN DIARIO.

A Matos, de su lado, le preocupa e intranquiliza la situación que podría pesar sobre el país ante una posible catástrofe. Afirma que se está preparado solo para suplir las necesidades diarias de sangre, que rondan entre 250 a 300 unidades diarias, pero que el problema sería que hubiese alguna catástrofe en la que se requiera una cantidad mayor a la que se sirve diariamente, “no sería posible responder a eso”.

”Sólo quiero un lugar digno para vivir”
Es el grito de Luis González: ¡Solo quiero un hogar digno para vivir! Este envejeciente sufre de permanentes dolores de espalda, con una pierna casi mutilada tras un accidente de tránsito. Habla con evidente congoja sobre la necesidad de ser trasladado cuanto antes al nuevo proyecto “Domingo Savio”.

La tristeza y la pena son sus fieles testigos. Está a la espera de recibir la tan anhelada  ayuda para poder residir en una vivienda que le permita la  “tranquilidad y comodidad” que tanto necesita.

Tiene 70 años, y adquirió el pequeño terreno hace 5 años. La casita está cubierta de zinc, y desprovista de lo más mínimo para “vivir en paz”. Dice que le urge ser auxiliado por el gobierno.

Ya su humilde morada fue registrada por la Unidad para el Reordenamiento de la Barquita y Entorno (Urbe). Tiene impregnado el color rojo con los números 557; aquellos matices destacan las residencias que serán desalojadas, para dar paso a un proyecto estatal que proporcionará un gran cambio en el estilo de vida de los cientos de familias que viven allí.

Los mosquitos, la pestilencia, la contaminación y las calles en mal estado son las premisas que han alertado a todos los vecinos, algunos de ellos con hasta 40 años siendo los protagonistas de la aguda tragedia de sobrevivir en una localidad con múltiples problemas, a prescindir de la comodidad y,  por su parte, a intentar adaptarse a una terrible pesadilla.

Las piedras y lodazales también son parte del camino; el fango es un claro ejemplo de lo agotador que pude resultar el tránsito a través de sus callejones y callejuelas.

Entre los ajuares de Papito, como cariñosamente le llaman,  se encuentra una silla rota, un televisor que no funciona, electrodomésticos en mal estado, y sus muletas que le ayudan a trasladarse de un lado a otro.

Para don  Luis, su vida no ha sido sencilla; ha tenido que soportar difíciles situaciones, como es el caso de la continua inundación de su vivienda cuando el río experimenta crecidas, lo que provoca que el agua turbia ingrese de manera recurrente a su morada y tenga que refugiarse en una escuela, con la impotencia de no poder salvaguardar sus pertenencias.  

El dolor en su pierna, conforme pasa el diálogo se hace más frecuente,  las ampollas en el dorso de su pie son notorias, y las plegarias al “creador” son cada vez más persistentes. Ha visitado el hospital  Darío Contreras, y allí le informaron que deben realizarle una cirugía para ponerle clavos.

Desde lejos se pueden vislumbrar decenas de familias que están en igual condición que González, niños que se encuentran vagando por los alrededores de su humilde casa, como si intentasen discernir la dura vida que les ha tocado.

Amenazaban la salud y le cerraron las puertas
El Instituto Nacional de Protección de los Derechos del Consumidor (ProConsumidor) cerró dos establecimientos de comida rápida en el Ensanche Luperón, por operar en condiciones que ponían en peligro a los consumidores, incumpliendo así con la Ley 358-05 de Protección a los Derechos del Consumidor.

Los locales afectados son Pica Pollo Expreso Luperón, ubicado entre las calles Central y Albert Thomas, número 174, y el Pica Pollo Gustoso,  entre las calles Central y Julio de Peña Valdez, número 134, ambos del sector Ensanche Luperón.

La entidad informó que tras denuncias a través de las redes sociales y por oficio, procedió a verificar esos lugares para comprobar la calidad, inocuidad e higiene en sus instalaciones, encontrando situaciones de vulnerabilidad. En el Pica Pollo Gustoso se encontró, en el área de cocina, presencia de plagas, cucarachas y heces fecales de ratas, alimentos preparados al descubierto, falta de un control de fumigación, contaminación cruzada, insalubridad e inseguridad en las instalaciones, con pisos rotos, puerta de entrada a la cocina corroída y sucia, cables colgando sobre congelador y batería con cables en el baño de empleados.

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